Bajemos un cambio

Muchos me han preguntado por qué no publico más seguido. Simple, me hago eco de algunos lectores que se hartaron de la misoginia, la depravación, el bastardeo y el maltrato. Parece ser que el lema del blog se convirtió en mal de muchos consuelo de tontos. Cada vez que me pongo a escribir pienso en ustedes agarrándose la pija y eso me hace seguir adelante. Reflexioné y me dije: cuatro años desmenuzando esta enfermedad y viene Adriana aclarando en unas líneas lo que no pudimos decir en miles. Y me duele porque ella escupe verdades. A propósito quiero compartirles un sueño que tuve con Adri. Llego a un barrio cerrado y le toco timbre. Me atiende en camisón, me reconoce por la coronilla y no puede evitar un gesto de admiración y rechazo. Le cuento que vengo de muy lejos a pedirle un destornillador Philips. En medio de gritos de histeria me quiere sacar a patadas. La mala suerte hace que se le zafe un bretel y una teta salvaje salta de la sedosa prenda. Humillada rompe en llanto. La abrazo y le acaricio la nuca. Me abro la camisa para que apoye su seno desnudo. El calor del contacto de nuestras pieles hace que me corra. La separo con dulzura y ella me sonríe agradecida. Me despierto contento creyendo que con una polución solucioné un trauma infantil. Con este desahogo termino el tema Adriana. Volveré a Raza de Pelados y otros éxitos de antaño.

Lic. Agustín Álvarez, si estás bien, estoy bien.