No hay nada más triste que los residuos de humanidad desparramados en una madrugada de domingo. Vacíos de la esperanza que alimentó el ritual de la previa, miles de pelados vagan sin rumbo de un puesto a otro de panchos tratando de encontrar una solita razón entre los humores del agua de las salchichas para no matarse. Se agrupan silenciosos tragando como autómatas; no se miran. Sin salirse de la ley de repulsión calva participan sin embargo de un ritual donde el ser humano que la pone no tiene lugar. Avanzados alumnos de Kronch denominaron este comportamiento sectario y tácito como "La eucaristía de la desesperación", nombre que al Dr. le agradó desde el vamos. Brutal en su sencillez, sólo hay lugar para eructos de gaseosa aislados, chasquidos de lengua y la seguridad de estar de más en el mundo. Las primeras luces rompen el embrujo empujando al paria a su cobacha. La celebración termina cuando cuelga prolijamente la camisa, se libera en dos movimientos del calzoncillo embebido en líquido preseminal y sin dar respiro se pistonea la chaucha. En nombre de los cuatro pelados que aun mantenemos esto les queremos desear a ustedes y a todas las putas que vivirán de nosotros hasta que se acabe el mundo un muy feliz 2012.
Lic. Agustín Álvarez, chin chin.