Hoy puede ser tu última vez

Estoy seguro que muchos de ustedes recuerdan su última vez. Hasta apostaría el ojo del culo en eso. Seguro que recuerdan la última vez que fueron a una peluquería a cortarse el pelo; dudo que recuerden su primera vez.

  Mi última vez fue tan mágica como ese día en que debuté –y no hablo del ano- me acuerdo que fue en una peluquería de Caballito, cerca de la sede de Puán. El peluquero, como corresponde, era gay. Apenas me senté, me habló de lo débil que tenía el pelo, “pelito” le decía el muy puto. Que no debía asustarme, que tenía solución, que debía consultar a un experto, por el “pelito”. Me dijo que me iba a hacer un corte para que no se me notaran las entradas. Un corte a la “romana” lo llamó. Por primera vez en meses sentí que había recuperado mi autoestima. En fin, me sentí de nuevo un hombre hecho y derecho, podía enfrentarme a todo, con mi corte a la “romana” y con la esperanza de consultar a un experto por mi “pelito”.

  La “romana” me duró un día, antes de que mis entradas volvieran a aflorar en toda su obscenidad, al experto no lo encontré y el “pelito” desapareció.

  Nunca volví a pisar una peluquería desde entonces, cada vez que paso por uno de esos salones unisex, miro al interior, cruzo los ojos con los pilosos que se enjabonan ahí dentro y que me miran con sorna, no digo nada y agacho la cabeza como un perrito apaleado. A veces pienso en el Licenciado que, mes a mes, concurre a su peluquero, tal vez por última vez. No bajes la guardia.

Coco