Choque de calvas

Ellos son artistas. Historietistas, cineastas, escritores. Intelectuales. Un evento los encuentra reunidos. Bajo el sol, en una terraza, beben y charlan hasta escupir ideas. El sol se refleja en sus calvas calientes hasta que el resto de los presentes comienza a padecer los rebotes del sol que emana de sus craneos. Alguno con una cámara entiende qué esta pasando: tres calvos bajo el sol del mediodía pueden dejar ciego a alguien. Les pide que se dispersen, pero antes, les saca una foto. Dos de los calvos, amigos, se chocan las cabezas para la foto, como si el lente pudiera dar cuenta del chispazo resultante.

El choque de calvas es un hecho exclusivamente humano, porque no proviene de la confrontación, como sucede con los alces enfrentados con sus cornamentas o los toros con sus cuernos. El choque de calvas es un gesto fraternal. Un encuentro de cabezas, un cariño intelectual. Tiene la ternura del gato que se refriega contra una pierna, pero a la vez, expresa la amistad que solo el ser humano ha logrado cristalizar. En choque de calvas se comparte una falta, se cuenta una historia común, y a la vez, se invita a pensar juntos, a crear, a ser mejores dejando atrás la superficie. Tal vez una sinapsis, allende nuestras pieles, nos ayude a ser mejores, a inventar algo nuevo. Por eso, cuando hay calvos juntos que chocan sus peladas, hay flujo. De ideas, en primer lugar, y de chicas que saben que algo se esta armando.

Pelados, chocad vuestras calvas y tendreis el mundo a sus pies.